lunes, 19 de mayo de 2025

“La Casa de Asterión” - Análisis de la pintura

"A una tela watta, pintada en 1896, debo «La Casa de Asterión» y el carácter del pobre protagonista", afirma Jorge Luis Borges en el epílogo de El Aleph. 


Ahora bien, ¿qué se observa en la actitud del Minotauro del cuadro que se refleje en el cuento de Borges? 

Al observar por primera vez la pintura El Minotauro de George Federick Watts (1896), lo que más llama la atención es la postura tan tranquila y reflexiva del personaje. El Minotauro aparece apoyado sobre un muro,  mirando hacia el horizonte, con una actitud que transmite melancolía, cansancio. Su figura imponente y musculosa, no parece agresiva ni monstruosa. Más bien da la impresión de estar atrapado en su propio mundo, como si esperara algo o simplemente pensara en silencio. Esta primera vista lo muestra como un ser solitario, contemplativo y quizás incomprendido. 

Sin embargo, al mirar la imagen con mayor atención, un detalle altera completamente esa lectura inicial: el Minotauro está aplastando con su mano a un pequeño pájaro. El ave, símbolo tradicional de libertad e inocencia, contrasta fuertemente con la violencia del gesto. Esta acción, casi oculta dentro del cuadro, revela una naturaleza destructiva que parece chocar con la calma que aparenta dicho personaje. Ya no se trata solo de un ser triste o aislado: también es alguien que, tal vez sin plena consciencia, causa daño. Esta tensión entre lo trágico y lo violento es clave para entender el fondo del personaje. 

Este doble plano que propone la pintura se refleja de manera directa en el cuento “La Casa de Asterión” de Jorge Luis Borges. Asterión, el Minotauro del relato, también se presenta a sí mismo como un ser diferente: vive solo, es rechazado, juega consigo mismo, reflexiona y espera. Incluso su voz narrativa nos genera empatía; parece más humano que monstruoso. No obstante, a lo largo del cuento vamos descubriendo que también mata a quienes entran en su casa, aunque dice que los “libera”. Este acto, que él no ve como violento, lo es para el lector. Así, al igual que en la pintura, hay una distancia entre lo que el personaje cree ser y lo que realmente es. 

En ambas obras, el Minotauro es una figura ambigua y compleja. En un primer momento, lo vemos como una víctima, pero al mirar más profundamente, descubrimos que también es responsable de actos crueles. Es en esta tensión entre la inocencia y la monstruosidad, donde se presenta con claridad la famosa dualidad borgeana: la coexistencia de opuestos dentro de un mismo ser. Borges retoma esa ambigüedad visual y la convierte en una narración donde lo monstruoso y lo humano conviven y se confunden. La pintura de Watts no solo inspiró el cuento sino que también anticipa esta doble lectura, donde el lector debe mirar dos veces para entender que nada es tan simple como parece. 

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