Su primer libro, Uno y el Universo (1945), ya expresaba su crítica al racionalismo científico. Luego publicó El túnel (1948), que lo consagró como narrador, y sus grandes novelas Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974), donde profundizó en una visión existencial y angustiante del ser humano. En paralelo, ensayos como Hombres y engranajes y Heterodoxia reafirmaron su defensa de una mirada más espiritual frente a la modernidad.
Más allá de la literatura, Sabato tuvo un fuerte compromiso social: presidió la CONADEP y fue responsable del informe Nunca más (1984), clave para la memoria de la dictadura en Argentina. Recibió distinciones como el Premio Miguel de Cervantes, el Premio Gabriela Mistral y doctorados honoris causa. En sus últimos años, casi ciego, se dedicó a la pintura y a escribir memorias como Antes del fin (1998).
El legado de Sabato une la profundidad de su obra literaria con su compromiso ético y político, consolidándolo como una de las voces más influyentes de la literatura argentina y de la defensa de los derechos humanos.
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